El pasado miércoles 19 de noviembre, el Arval Mobility Observatory se reunió con expertos y profesionales para abordar uno de los temas más fascinantes —y a la vez más complejos— de la movilidad actual: el vehículo autónomo. La sesión contó con la presencia de Francisco Badea Romero, director de la empresa de ingeniería FEM Expert y profesor de la Universidad Nebrija, acompañado por Patricia Bahía y Víctor Vidán de Arval.
Lo que iba a ser una conversación técnica pronto se convirtió en un análisis profundo y honesto sobre el estado real de la autonomía, los retos, los mitos y el proyecto español que quiere desafiar al statu quo: NEVA.
¿Qué es realmente un vehículo autónomo?
Francisco comenzó con una definición sencilla: “Un vehículo autónomo es aquel que se conduce solo”.
Pero esa frase esconde muchas capas:
- Debe saber dónde está, con precisión centimétrica.
- Debe interpretar el entorno: carreteras, edificios, peatones, obstáculos imprevistos.
- Debe tomar decisiones complejas en milésimas de segundo.
- Y debe hacerlo en condiciones cambiantes: lluvia, túneles, calles estrechas, obras…
Hoy, la mayoría de sistemas avanzados de asistencia a la conducción (ADAS) —como el mantenimiento de carril o el frenado de emergencia— representan apenas fragmentos de lo que sería una conducción verdaderamente autónoma.
Los vehículos más avanzados del mundo, como los robotaxis de Waymo o Cruise en Estados Unidos, operan en nivel 4 de autonomía, pero solo en zonas muy concretas y muy cartografiadas. Sacarlos de su “zona segura” es arriesgado: funcionan en San Francisco, pero no necesariamente en Nueva York o en un pueblo de Toledo.
Estados Unidos y China: por qué van por delante
Según Francisco, el avance más visible está en EE.UU. y China por razones culturales y económicas:
- Estados Unidos acepta mejor el riesgo asociado al desarrollo tecnológico.
- China invierte miles de millones y opera en un ecosistema regulatorio más flexible.
Europa, en cambio, es más cauta. La pregunta que plantea Francisco lo resume bien:
“¿Cuántas víctimas está dispuesto a asumir un político para permitir el desarrollo de la autonomía?”
Es una pregunta incómoda, pero necesaria. Y explica por qué Europa exige procesos de certificación lentos, pruebas supervisadas y autorizaciones específicas para cada trazado.
Los humanos no conducimos tan mal
Uno de los momentos más reveladores de la sesión fue cuando Francisco desmontó parcialmente la idea de que el coche autónomo será, por definición, más seguro que nosotros.
Los humanos cometemos errores, sí, pero:
- Realizamos entre 30 y 60 millones de trayectos diarios solo en España.
- Los accidentes graves representan una parte ínfima de ese total, gran parte de las veces asociados a la influencia del alcohol.
- El cerebro humano realiza evaluaciones complejísimas al conducir o caminar en entornos abarrotados.
La conclusión fue clara:
el ser humano es, estadísticamente, un muy buen conductor.
Replicar ese nivel de intuición y adaptación es uno de los mayores desafíos de la IA aplicada a la movilidad.
Responsabilidad, seguros y el gran freno a la autonomía
El otro gran obstáculo no es tecnológico, sino legal:
Hoy, el responsable de un accidente siempre es el conductor.
¿Y si el conductor es un algoritmo? ¿De quién sería la culpa?
- ¿Del fabricante?
- ¿Del propietario del coche?
- ¿Del programador del software?
- ¿Del proveedor del sensor?
Este vacío legal complica la entrada en escena de los vehículos sin conductor y aumenta el coste y complejidad para aseguradoras y fabricantes.
NEVA: el proyecto español que apuesta por la simplicidad
Aquí es donde entra NEVA, el proyecto desarrollado por FEM Expert en colaboración con la Universidad Nebrija bajo el liderazgo de Francisco.
Mientras las grandes tecnológicas del mundo apuestan por:
- Sensores de más de 100.000 €
- Sistemas hipercomplejos
- Inversiones de entre 2.000 y 11.000 millones de dólares
NEVA propone otro camino:
Una autonomía inspirada en la conducción humana
No más sensores de lujo innecesarios.
No más complejidad por la complejidad.
NEVA basa su filosofía en:
- Simplicidad técnica
- Optimización de recursos
- Sensores eficientes, no excesivos
- Algoritmos que imitan la lógica de un conductor humano
- Costes realistas, orientados a un mercado que no pagará 25.000 € extra por “autonomía”
El objetivo es claro:
Crear un vehículo autónomo de bajo coste, funcional, fiable y capaz de integrarse en entornos reales.
Francisco lo resumió con una frase que define la esencia del proyecto:
“Si algún día un vehículo autónomo llega al mercado y es accesible para todos, tendrá que seguir una filosofía como la nuestra.”
¿Cuándo veremos un coche autónomo en España?
La pregunta inevitable llegó al final.
Francisco fue realista:
- En España veremos proyectos piloto, lanzaderas, minibuses autónomos en entornos muy concretos.
- Ver un vehículo autónomo circulando de forma cotidiana, “por la puerta de la oficina”, todavía queda lejos.
- Pero las próximas generaciones probablemente sí convivirán con esta realidad.
Mientras tanto, iniciativas como NEVA marcan el camino desde nuestra propia industria.