El vehículo electrificado (que no es lo mismo que eléctrico), es una de las grandes tendencias de la industria del automóvil y el camino –hasta la llegada del hidrógeno- para reducir las emisiones contaminantes, proteger el medioambiente y alcanzar una movilidad personal sostenible.
En la actualidad hay cuatro grandes formas de electrificar un automóvil, que se podrían clasificar (de menos a mayor) dependiendo del peso relativo de la parte eléctrica en el conjunto:
- Microhíbridos, híbridos ligeros o mild hybrid MHEV
- Híbridos o híbridos autorrecarglables HEV
- Híbridos enchufables PHEV
- Eléctricos EV
Aunque todas buscan una mayor sostenibilidad, la filosofía y los objetivos de estas cuatro tecnologías es completamente diferente.
Microhíbridos, híbridos ligeros o mild hybrid (MHEV)
La idea detrás de los MHEV es reducir los consumos y emisiones de un motor de combustión con un pequeño aporte de energía eléctrica en situaciones puntuales. Para ello, solo requieren de un sistema de electrificación sencillo y ligero, que genera electricidad a partir de un pequeño motor-generador eléctrico y la almacena en una batería de reducidas dimensiones. Su motor (en torno a los 10 kW de potencia), batería (de alrededor de 0,5 kWh de capacidad) y sistema de gestión son baratos y pequeños. Esto hace que sean automóviles muy económicos, de hecho, su precio es muy similar al de sus equivalentes de combustión.
Esta tecnología puede llegar a reducir en un 15% los consumos y emisiones de un coche. Puede adaptarse con facilidad por un fabricante como un kit “añadido” a casi cualquier modelo y motor (tanto gasolina como diésel, con cambio manual o automático), por lo que los costes de desarrollo y de producción también se reducen mucho.
Los MHEV disponen de etiqueta ECO de la DGT con todos sus beneficios. En cuando a la conducción, los híbridos se conducen exactamente igual que un modelo convencional. No pueden circular en modo exclusivamente eléctrico, ya que su pequeño motor eléctrico solo se encarga de ayudar al de combustión en algunos momentos para reducir su carga y mejorar su eficiencia.
Híbridos clásicos o autorrecargables (HEV)
Fueron los primeros coches electrificados modernos, con el Toyota Prius de 1997 como pionero. La filosofía de esta tecnología es aprovechar la energía cinética que se produce al frenar, y almacenarla en una batería para que pueda alimentar a un motor eléctrico. Por eso se llaman “autorrecargables”, porque no reciben su energía de un enchufe, sino que se van recargando por sí mismos durante la conducción.
Los híbridos HEV pueden circular en modo completamente eléctrico durante cortos espacios de tiempo. Por este motivo necesitan un motor eléctrico más potente (suelen estar entre 20 y 50 kW) que sea capaz de impulsar el coche por sí mismo y de una batería capaz de alimentarlo (entre 1 y 3 kWh).
Un híbrido ya no es una “adaptación” sencilla de un modelo convencional, requiere de un desarrollo propio. Y sus componentes y sistema de gestión son mucho más complicados y costosos que los de un MHEV, por este motivo son automóviles más caros.
Eso sí, su capacidad de reducir los consumos y emisiones es mucho mayor. Y al poder circular en modo completamente eléctrico, no generan ruidos ni emisiones locales en las ciudades durante mucho tiempo. Este es el escenario donde mejor aprovechan su tecnología, pues mantienen el motor de combustión apagado en las retenciones, circulación a baja velocidad, paradas y arranques del tráfico urbano.
La inmensa mayoría de los híbridos tiene cambio automático. En su conducción, el paso del motor de combustión al eléctrico, o el funcionamiento en paralelo de ambos, es muy suave y apenas se percibe por el conductor. Los HEV disponen de etiqueta ECO de la DGT.
Híbridos enchufables (PHEV)
Un híbrido enchufable PHEV no es más que un HEV al que se le ha dotado de un motor más potente (entre 40 y 100 kW) y de una batería más grande (entre 5 y 20 kWh), que se recarga tanto con la energía recuperada en las frenadas (como un HEV) como a través de un enchufe o conector de un cargador. Gracias a ello, pueden recorrer una buena cantidad de kilómetros en modo exclusivamente eléctrico. Si esta autonomía eléctrica es igual o superior a 40 kilómetros (algo que cumplen todos los modelos del mercado, los hay que rozan los 80 km), son merecedores de la etiqueta 0 emisiones de la DGT, la misma que portan los coches eléctricos puros EV.
Para muchos, los híbridos enchufables PHEV son la solución ideal y de compromiso en el panorama actual, hasta que los precios, infraestructuras y tiempos de recarga de los eléctricos permitan su completa masificación. Con su autonomía 100% eléctrica permiten realizar recorridos diarios de la gran mayoría de los conductores españoles, con el ahorro de coste energético y de emisiones contaminantes que ello supone. Y cuando la batería se agota no hay necesidad de recargarla inmediatamente: se pone en marcha el motor de combustión y siguen quedando cientos de kilómetros de autonomía para viajar.
Desde el punto de vista de la conducción, todos los PHEV son automáticos y permiten disfrutar plenamente de la conducción puramente eléctrica, con su suavidad, empuje y silencio. Y, por otro lado, también ofrecen la conducción tradicional de un motor de combustión. Eso sí, por sus componentes y tecnología, su precio es superior al de los híbridos HEV.
Eléctricos puros (EV)
Un coche eléctrico EV solo se impulsa con energía eléctrica: la que recupera en las frenadas y la que recarga de la red a través de un cargador. Por eso necesitan de grandes motores eléctricos (entre 30 y 750 kW de potencia) y baterías (entre 25 y 100 kWh).
Los eléctricos no generan emisiones locales y mantienen limpio el aire de las ciudades: por su tobo de escape no sale CO2, NOx ni micropartículas. Eso sí, pueden generar emisiones indirectas si la energía con la que los recargamos no es limpia y se produce en centrales que sí emiten CO2.
Disponen de etiqueta 0 Emisiones de la DGT y de un coste de uso mucho menor, porque el precio de la electricidad es menor que el de los combustibles fósiles, y también porque requieren de un menos mantenimiento por su sencillez mecánica.
Los coches eléctricos ofrecen dos desventajas. En primer lugar, su superior precio. Su coste de desarrollo y el precio de las baterías influyen decisivamente en la factura a pagar (eso sí, son los que más ayudas del estado reciben en su compra). En segundo lugar, su autonomía y recarga, aunque los avances técnicos hacen que cada vez sea menos un inconveniente. Un coche eléctrico medio ofrece alrededor de 300 kilómetros de autonomía y hay modelos que llegan a homologar cerca de 800 kilómetros. La tercera pega es el tiempo que se tarda en recargarlos. En un enchufe de casa es una operación casi inviable porque tardaría demasiadas horas. En un cargador de media potencia, necesitan toda la noche. En un cargador público potente, unas horas. Y si disponen de las últimas tecnologías (como los 800 V) y se cargan en un súpercargador (de 150 kW o más), pueden recargarse en menos de 20 minutos.